El baile desaforado

El baile desaforado

Desde que medio planeta descubrió a Samuel T. Herring descoyuntándose en el programa de David Letterman, asistir a un concierto de Future Islands se ha convertido en imperativo para el moderno hombre ilustrado. Y no, el cantante de Baltimore no defraudó en una Joy Eslava atestada. Son los milagros de la viralidad: el trío había pasado de puntillas con sus tres discos previos, pero el hombre de las convulsiones es hoy un ídolo de masas. Imposible negarle su absoluta singularidad como objeto de veneración.

Herring apuró los 90 minutos para hacer alarde de su repertorio gestual: ojos desorbitados, mirada al cielo, golpes violentos en el pecho o la frente, puñetazos al suelo, colisiones con el micrófono y esos pintorescos movimientos laterales de cuclillas, tal que si Auserón se infiltrara como costalero en un paso de Semana Santa. Nuestro hombre sublima el concepto de la interpretación, no necesita esbeltez para hipnotizar a todo bicho viviente, convierte la experiencia del directo en una sensación espectacular. Y le va la vida en ello: su camisa gris va tornando en negrísima por efecto del sudor.

A Samuel le seduce el dramatismo y sus fraseos más roncos parecen los de un demonio exorcizado. Pero su pathos siempre resulta irresistiblemente bailable. Sun in the morning funciona como una versión acelerada de Vienna (Ultravox), una referencia que vuelve a la mente con Little dreamer. Walking through that door golpea en la puerta de Orchestral Manoeuvres in the Dark y la desbocada Tin man remite a los primeros Simple Minds. Solo en The great fire baja el metrónomo de las tres cifras, lo que la aproxima a una balada de Frankie Goes To Hollywood. Contra pronóstico, Herring estuvo relativamente sosegado en el tema que les cambió las vidas, Seasons (Waiting on you). Pero el baile desaforado se le aloja ya para siempre en los tuétanos.

Compra ahora